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The pain may pause, but it never goes away.. (Claudia)
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The pain may pause, but it never goes away.. (Claudia)
Había despertado aquella mañana con una extraña sensación en la boca del estómago, a donde quiera que iba, a donde quiera que me movía tenía la extraña sensación de ser observada, mis miradas se dirigían algo desesperadas hacia todos los rincones y luego las voces.
Viene por ti, Viene por ti, Viene por ti...
Me llevé las manos a la cabeza, como tratando de sacarlas de allí, sabía que no habían voces, que todo era producto de mi subconsciente, metí mis dedos entre mi cabello y le halé con fuerza, la extraña sensación de dolor que aquello me producía era anestesiante, a veces.
Jonathan, Jonathan, Jonathan.
Miré hacia un lado, él había estado allí, había desaparecido, no, no estaba, él ya no estaba, iba y venía a su antojo, solo lo hacía para fastidiarme, él me conocía, él sabía que si yo le veía y dejaba de verle iba a extrañarle, además sabía lo mucho que me aterrorizaba que me hablasen y no ver a nadie. Por otro lado, Jonathan estaba muerto.
Me quedé helada al recordarlo, su rostro, la sangre, aquel fatídico accidente que marcó mi vida para siempre, su rostro lascerado, su cuerpo mutilado, sangre, sangre, mucha sangre.
Grité, no pude soportar más aquella sensación, di un fuerte chillido, y de inmediato me hice un ovillo en el suelo, meciéndome de un lado a otro repitiendo tres veces cada cosa que decía - No, No, No, Jonathan, Jonathan, Jonathan - Vi como los enfermeros se aproximaban a mí, sus pensamientos eran maquiavélicos, intensos, no podía evitar escucharlos. Uno de los enfermeros se acercó demasiado y eso me hizo recurrir a la violencia, estaba transgrediendo mi espacio, le golpeé con un puño pero se movió rápido haciendo que mi mano se estrelláse contra el frío suelo de mármol.
Grité de nuevo, pero esta vez por el dolor de mi mano, apreté mi muñeca con la otra mano y me puse de pie dispuesta a huir de ellos, una y otra vez me pedían que me calmara, pero era imposible las voces, sus pensamientos no paraban y a veces, Jonathan aparecía, sentí una leve punzada en mi brazo derecho Otra vez no pensé, pero ya era tarde también, la oscuridad me hacía su presa y eso era algo de lo que no podía huir.
Cuando abrí los ojos la luz me cegó, pensé haber visto un ángel, pues una chica vestida de blanco se movía de un lado a otro en la habitación, pero no sabía donde estaba, luego de las drogas mi estado era "Entre la realidad y la ficción", tomé aire y solo giré un poco la cabeza hacia la chica vestida de blanco que acababa de ver - ¿Donde estoy? - pregunté con la voz titubeante, algo confusa.
Viene por ti, Viene por ti, Viene por ti...
Me llevé las manos a la cabeza, como tratando de sacarlas de allí, sabía que no habían voces, que todo era producto de mi subconsciente, metí mis dedos entre mi cabello y le halé con fuerza, la extraña sensación de dolor que aquello me producía era anestesiante, a veces.
Jonathan, Jonathan, Jonathan.
Miré hacia un lado, él había estado allí, había desaparecido, no, no estaba, él ya no estaba, iba y venía a su antojo, solo lo hacía para fastidiarme, él me conocía, él sabía que si yo le veía y dejaba de verle iba a extrañarle, además sabía lo mucho que me aterrorizaba que me hablasen y no ver a nadie. Por otro lado, Jonathan estaba muerto.
Me quedé helada al recordarlo, su rostro, la sangre, aquel fatídico accidente que marcó mi vida para siempre, su rostro lascerado, su cuerpo mutilado, sangre, sangre, mucha sangre.
Grité, no pude soportar más aquella sensación, di un fuerte chillido, y de inmediato me hice un ovillo en el suelo, meciéndome de un lado a otro repitiendo tres veces cada cosa que decía - No, No, No, Jonathan, Jonathan, Jonathan - Vi como los enfermeros se aproximaban a mí, sus pensamientos eran maquiavélicos, intensos, no podía evitar escucharlos. Uno de los enfermeros se acercó demasiado y eso me hizo recurrir a la violencia, estaba transgrediendo mi espacio, le golpeé con un puño pero se movió rápido haciendo que mi mano se estrelláse contra el frío suelo de mármol.
Grité de nuevo, pero esta vez por el dolor de mi mano, apreté mi muñeca con la otra mano y me puse de pie dispuesta a huir de ellos, una y otra vez me pedían que me calmara, pero era imposible las voces, sus pensamientos no paraban y a veces, Jonathan aparecía, sentí una leve punzada en mi brazo derecho Otra vez no pensé, pero ya era tarde también, la oscuridad me hacía su presa y eso era algo de lo que no podía huir.
Cuando abrí los ojos la luz me cegó, pensé haber visto un ángel, pues una chica vestida de blanco se movía de un lado a otro en la habitación, pero no sabía donde estaba, luego de las drogas mi estado era "Entre la realidad y la ficción", tomé aire y solo giré un poco la cabeza hacia la chica vestida de blanco que acababa de ver - ¿Donde estoy? - pregunté con la voz titubeante, algo confusa.
Kitty Moss- Mensajes : 122
Fecha de inscripción : 22/02/2011
Edad : 31
Localización : Vecorrrdia-Discordia xD
Re: The pain may pause, but it never goes away.. (Claudia)
Dejé escapar un resoplido cuando por fin pude tomar asiento en la enfermería después de pelear durante casi una hora con una interna con trastornos de alimentación que se negaba a comer. Lo había intentado por las buenas, con sonrisas y bromas, pero la chica era tremendamente terca así que finalmente uno de mis compañeros había decidido inyectarle un tranquilizante para que comiese dócilmente.
Me miré el brazo; tenía un cardenal causado por el fuerte agarre que me había hecho la chica al querer escapar de los otros enfermeros, y no era el primer ni el último golpe que me llevaba desde que había empezado a trabajar en Vecordia. Mucha gente me había advertido que era duro tratar con enfermos mentales pero nadie me había hablado de las agresiones de las que no se les podía culpar.
Miré la máquina de café y justo cuando estaba decidiendo si merecía la pena levantarme para tomar uno o aprovechar los escasos minutos en los que podía estar sentada, uno de mis compañeros apareció, informándome de que Kitty Moss había tenido que ser sedada una vez más. Fruncí los labios intentando disimular mi disgusto; por lo general a Kitty se le podía calmar con buenas palabras y un poco de paciencia, pero quizá ni siquiera lo habían intentado.
Sin decir nada a excepción de las típicas preguntas acerca de la dosis y el estado de la chica, me puse en pie y me dirigí hacia los consultorios, donde la habían llevado hasta que recuperase la consciencia y pudiésemos comprobar que ya podía regresar a su celda. Kitty no era una interna normal y había que tener el doble de precauciones.
Cuando entré en la habitación, aún estaba inconsciente. Sus cabellos estaban revueltos y en sus mejillas aún se podían ver los regueros de lágrimas. Suspiré y me puse de espaldas a ella para poner un poco de orden en la estancia mientras esperaba a que despertara. Miré mi reloj justo en el momento en que sentí movimiento a mi espalda. Me giré y vi que Kitty ya había abierto los ojos. Me acerqué a ella y puse mi mano en su frente.
- Ya no tienes fiebre - dije con el tono neutro de voz con el que solía dirigirme a todo el mundo en Vecordia para disimular cualquier emoción o sentimiento, aunque tenía que reconocer que con Kitty me costaba un poco más de lo normal - Estás en Vecordia - añadí, respondiendo a su pregunta.
Imaginé que quizá sentiría frío así que cogí el extremo de la sábana que la cubría hasta la cintura y la elevé hasta sus hombros. Tenía un gesto de confusión en el rostro; el efecto del sedante no se le pasaría hasta dentro de un rato.
- ¿Cómo estás? - le pregunté - ¿Qué es lo que ha pasado, Kitty?
Permanecí de pie junto a la camilla, con una mano apoyada en su almohada y la otra en mi cadera, esperando su respuesta aunque los enfermeros ya me habían contado algo.
Me miré el brazo; tenía un cardenal causado por el fuerte agarre que me había hecho la chica al querer escapar de los otros enfermeros, y no era el primer ni el último golpe que me llevaba desde que había empezado a trabajar en Vecordia. Mucha gente me había advertido que era duro tratar con enfermos mentales pero nadie me había hablado de las agresiones de las que no se les podía culpar.
Miré la máquina de café y justo cuando estaba decidiendo si merecía la pena levantarme para tomar uno o aprovechar los escasos minutos en los que podía estar sentada, uno de mis compañeros apareció, informándome de que Kitty Moss había tenido que ser sedada una vez más. Fruncí los labios intentando disimular mi disgusto; por lo general a Kitty se le podía calmar con buenas palabras y un poco de paciencia, pero quizá ni siquiera lo habían intentado.
Sin decir nada a excepción de las típicas preguntas acerca de la dosis y el estado de la chica, me puse en pie y me dirigí hacia los consultorios, donde la habían llevado hasta que recuperase la consciencia y pudiésemos comprobar que ya podía regresar a su celda. Kitty no era una interna normal y había que tener el doble de precauciones.
Cuando entré en la habitación, aún estaba inconsciente. Sus cabellos estaban revueltos y en sus mejillas aún se podían ver los regueros de lágrimas. Suspiré y me puse de espaldas a ella para poner un poco de orden en la estancia mientras esperaba a que despertara. Miré mi reloj justo en el momento en que sentí movimiento a mi espalda. Me giré y vi que Kitty ya había abierto los ojos. Me acerqué a ella y puse mi mano en su frente.
- Ya no tienes fiebre - dije con el tono neutro de voz con el que solía dirigirme a todo el mundo en Vecordia para disimular cualquier emoción o sentimiento, aunque tenía que reconocer que con Kitty me costaba un poco más de lo normal - Estás en Vecordia - añadí, respondiendo a su pregunta.
Imaginé que quizá sentiría frío así que cogí el extremo de la sábana que la cubría hasta la cintura y la elevé hasta sus hombros. Tenía un gesto de confusión en el rostro; el efecto del sedante no se le pasaría hasta dentro de un rato.
- ¿Cómo estás? - le pregunté - ¿Qué es lo que ha pasado, Kitty?
Permanecí de pie junto a la camilla, con una mano apoyada en su almohada y la otra en mi cadera, esperando su respuesta aunque los enfermeros ya me habían contado algo.
Claudia Stanford- Mensajes : 45
Fecha de inscripción : 24/02/2011
Edad : 39
Localización : Vecordia
Re: The pain may pause, but it never goes away.. (Claudia)
El angel en la habitación me habló, sentí que tocó mi frente, luego me dió la espalda, no podía casi hablar, todo a mi alrededor parecía tomar forma y desvanecerse, mi cabeza daba vueltas una y otra y otra vez.
"Vecordia" Eso había dicho ella y extrañamente el nombre me sonaba, por otro lado ella había dicho Kitty.
¿Quien es Kitty? estuve a punto de preguntar pero me sentía mareada y débil, lo suficiente como para ni siquiera poder articular palabra alguna, solo cerré mis ojos y los apreté, no me sentía nada bien, el techo parecía alejarse y luego venirse sobre mí.
Tomé unos segundos y aire, ¿De que hablaba ella?¿Fiebre?¿Vecordia? traté de pensar que era lo que aquella mujer decía, y las cosas empezaron a tomar forma lentamente en mi cabeza, tardé como cinco minutos en volver a ser yo, pero pude recuperar lo que había perdido, mi memoria.
Vecordia era el deprimente, frío y alejado lugar de mala muerte llamado psiquiátrico donde mi padre me había encerrado porque según él iría a parar tan loca como mi madre, y eso me había afectado mucho, mi madre... suspiré, esa mujer se le parecía mucho.
Abrí los ojos de nuevo, yo era Kitty, tomé aire dandome cuenta como las cosas habían mejorado, como la habitación tomaba forma - No se que ha pasado - fue lo que dije, quizás en algún momento lo recordase, pero hubiese preferido no saber que estaba en ese sitio, quería salir, no quería estar más allí - Quiero salir - susurré - no estoy loca.- me giréen la cama para darle la espalda a la mujer, pero luego volví a mirarle, sus ojos y los de mi madre era parecidos.
"Vecordia" Eso había dicho ella y extrañamente el nombre me sonaba, por otro lado ella había dicho Kitty.
¿Quien es Kitty? estuve a punto de preguntar pero me sentía mareada y débil, lo suficiente como para ni siquiera poder articular palabra alguna, solo cerré mis ojos y los apreté, no me sentía nada bien, el techo parecía alejarse y luego venirse sobre mí.
Tomé unos segundos y aire, ¿De que hablaba ella?¿Fiebre?¿Vecordia? traté de pensar que era lo que aquella mujer decía, y las cosas empezaron a tomar forma lentamente en mi cabeza, tardé como cinco minutos en volver a ser yo, pero pude recuperar lo que había perdido, mi memoria.
Vecordia era el deprimente, frío y alejado lugar de mala muerte llamado psiquiátrico donde mi padre me había encerrado porque según él iría a parar tan loca como mi madre, y eso me había afectado mucho, mi madre... suspiré, esa mujer se le parecía mucho.
Abrí los ojos de nuevo, yo era Kitty, tomé aire dandome cuenta como las cosas habían mejorado, como la habitación tomaba forma - No se que ha pasado - fue lo que dije, quizás en algún momento lo recordase, pero hubiese preferido no saber que estaba en ese sitio, quería salir, no quería estar más allí - Quiero salir - susurré - no estoy loca.- me giréen la cama para darle la espalda a la mujer, pero luego volví a mirarle, sus ojos y los de mi madre era parecidos.
Kitty Moss- Mensajes : 122
Fecha de inscripción : 22/02/2011
Edad : 31
Localización : Vecorrrdia-Discordia xD
Re: The pain may pause, but it never goes away.. (Claudia)
Observé pacientemente a Kitty mientras la chica abría y cerraba los ojos, volviendo en sí poco a poco. Supuse que su mente estaría hecha un lío y que estaba tratando de ubicarse. Al menos, no la habían atado y tenía libertad de movimientos, por lo que su despertar no había sido tan traumático como en los casos en los que era necesario atarlos a la camilla para evitar agresiones.
Asentí con la cabeza cuando me dijo que no sabía lo que había pasado. No podía saber si era cierto o simplemente no quería rememorarlo, pero decidí que no insistiría sobre el tema. La propia Kitty me lo contaría cuando ella quisiera, o podría preguntárselo en un rato. Era mucho más accesible que otros prisioneros como Matt o Irina.
Fruncí los labios cuando dijo que quería salir de allí y me dio la espalda. Cuando entraba en esa dinámica era un poco difícil hacerla salir, pero por suerte para ella, había dado conmigo y no con alguno de mis compañeros, mucho menos pacientes que yo. Cuando iba a acercarme a ella, se volvió hacia mí, mirándome fijamente a los ojos con una expresión desconocida para mí, pero al menos, no hostil.
Puse una mano en el hombro de Kitty, presionando con suavidad y le pregunté:
- ¿Quieres que te traiga algo de beber o de comer? Hoy hay pastel de limón, puedo decirle a alguien que nos consiga un trozo, ¿qué te parece? - le dediqué una sonrisa sin dejar de mirarla a los ojos, intentando mostrarme amable pero no demasiado cercana, un límite difícil de precisar pero con el que debía jugar para ganarme el cariño de los internos y que todo fuese más sencillo.
Me alejé de nuevo de ella para tomar el parte que mis compañeros habían dejado a los pies de su cama. Por lo visto, había vuelto a "ver" a su hermano y también había intentado agredir a uno de los enfermeros. No era nada nuevo, pero me quedé sorprendida al ver el sedante que habían usado. Tendría que hablar con ellos; no era falta todo eso con Kitty.
Dejé el parte en su sitio y me volví de nuevo hacia ella, mostrando un gesto amigable.
- ¿Qué me dices al pastel, entonces? Y quizá algún refresco... Puedo cerrar la puerta del consultorio y comérnoslo aquí solas, sin que nos moleste nadie.
Y así, quizá lograse que me contase lo que había ocurrido. Si se desahogaba, se quedaría tranquila durante un tiempo, aunque breve.
Asentí con la cabeza cuando me dijo que no sabía lo que había pasado. No podía saber si era cierto o simplemente no quería rememorarlo, pero decidí que no insistiría sobre el tema. La propia Kitty me lo contaría cuando ella quisiera, o podría preguntárselo en un rato. Era mucho más accesible que otros prisioneros como Matt o Irina.
Fruncí los labios cuando dijo que quería salir de allí y me dio la espalda. Cuando entraba en esa dinámica era un poco difícil hacerla salir, pero por suerte para ella, había dado conmigo y no con alguno de mis compañeros, mucho menos pacientes que yo. Cuando iba a acercarme a ella, se volvió hacia mí, mirándome fijamente a los ojos con una expresión desconocida para mí, pero al menos, no hostil.
Puse una mano en el hombro de Kitty, presionando con suavidad y le pregunté:
- ¿Quieres que te traiga algo de beber o de comer? Hoy hay pastel de limón, puedo decirle a alguien que nos consiga un trozo, ¿qué te parece? - le dediqué una sonrisa sin dejar de mirarla a los ojos, intentando mostrarme amable pero no demasiado cercana, un límite difícil de precisar pero con el que debía jugar para ganarme el cariño de los internos y que todo fuese más sencillo.
Me alejé de nuevo de ella para tomar el parte que mis compañeros habían dejado a los pies de su cama. Por lo visto, había vuelto a "ver" a su hermano y también había intentado agredir a uno de los enfermeros. No era nada nuevo, pero me quedé sorprendida al ver el sedante que habían usado. Tendría que hablar con ellos; no era falta todo eso con Kitty.
Dejé el parte en su sitio y me volví de nuevo hacia ella, mostrando un gesto amigable.
- ¿Qué me dices al pastel, entonces? Y quizá algún refresco... Puedo cerrar la puerta del consultorio y comérnoslo aquí solas, sin que nos moleste nadie.
Y así, quizá lograse que me contase lo que había ocurrido. Si se desahogaba, se quedaría tranquila durante un tiempo, aunque breve.
Claudia Stanford- Mensajes : 45
Fecha de inscripción : 24/02/2011
Edad : 39
Localización : Vecordia
Re: The pain may pause, but it never goes away.. (Claudia)
En aquel momento yo lo que menos quería era algo de comer, quería salir de aquel terrible lugar, me sentía frustrada de no poder estar fuera, por no poder respirar el aire puro de la libertad, por no poder ver a Kate, mi querída hermana, por no poder abrazarla, decirle cuanto le he echado de menos, cuanto me arrepentía por no haberle dejado jugar con mis cosas o compartir su tiempo conmigo, cuanto me arrepentía de no haber sido una buena hermana con ella y casi siempre dejarle por mis amigos.
Solté un suspiro y miré a Claudia, lucía amigable, ella casi siempre lo era, más que ser mi enfermera y ser vista por mí como una enemiga, era una buena amiga, en ella podía confiar, pero a veces podía ser ruda, me hacía llorar cuando me drogaba, y eso no era justo, pero era su trabajo, no podía hacer más por mi.
- Creo que un poco de pastel - dije un poco somnolienta aún, quizás aceptar la oferta de Claudia no fuese tan mala, en ella podía confiar, con ella si podía hablar, ella me escuchaba, me veía llorar, me abrazaba y limpiaba mis lágrimas, ella se había vuelto una buena persona ante mis ojos.
Me acomodé en mi cama, el cuarto ya tomaba forma, le ví moverse, quizás iría por el pastel, pero supuse que no saldría del consultorio, que no me dejaría sola, ella nunca lo hacía, ni era de las enfermeras que me amarraba a la camilla o que me inyectaba, ella prefería hablar conmigo, usar la mayeutica.
- Sabes? - dejé escapar con una voz muy suave - hoy he visto a Jonathan - dije tratando de hacerlo con pausa, él, en vida había sido mi mejoramigo, casi mi hermano, supuse que por eso le veía, por eso le extrañaba o que po eso era que él me pedía que me fuese con él - Me dijo que vendrá por mi, tengo miedo - y ésto ultimo lo dije sintiendo como las lágrimas subían a mis ojos, realmente estaba asustada, no quería morir, aunque esa era la mejor salida de aquel infierno, y cada día me parecía más la única.
Solté un suspiro y miré a Claudia, lucía amigable, ella casi siempre lo era, más que ser mi enfermera y ser vista por mí como una enemiga, era una buena amiga, en ella podía confiar, pero a veces podía ser ruda, me hacía llorar cuando me drogaba, y eso no era justo, pero era su trabajo, no podía hacer más por mi.
- Creo que un poco de pastel - dije un poco somnolienta aún, quizás aceptar la oferta de Claudia no fuese tan mala, en ella podía confiar, con ella si podía hablar, ella me escuchaba, me veía llorar, me abrazaba y limpiaba mis lágrimas, ella se había vuelto una buena persona ante mis ojos.
Me acomodé en mi cama, el cuarto ya tomaba forma, le ví moverse, quizás iría por el pastel, pero supuse que no saldría del consultorio, que no me dejaría sola, ella nunca lo hacía, ni era de las enfermeras que me amarraba a la camilla o que me inyectaba, ella prefería hablar conmigo, usar la mayeutica.
- Sabes? - dejé escapar con una voz muy suave - hoy he visto a Jonathan - dije tratando de hacerlo con pausa, él, en vida había sido mi mejoramigo, casi mi hermano, supuse que por eso le veía, por eso le extrañaba o que po eso era que él me pedía que me fuese con él - Me dijo que vendrá por mi, tengo miedo - y ésto ultimo lo dije sintiendo como las lágrimas subían a mis ojos, realmente estaba asustada, no quería morir, aunque esa era la mejor salida de aquel infierno, y cada día me parecía más la única.
Kitty Moss- Mensajes : 122
Fecha de inscripción : 22/02/2011
Edad : 31
Localización : Vecorrrdia-Discordia xD
Re: The pain may pause, but it never goes away.. (Claudia)
Sonreí satisfecha cuando Kitty aceptó el pastel. Me acerqué a la puerta del consultorio para llamar a uno de los cuidadores que había por allí y pedirle que trajera pastel y un par de refrescos. Acompañaría a Kitty en su merienda para que se sintiera mejor. Su mirada se iba centrando poco a poco y esbocé una leve sonrisa. Me acerqué a ella para elevar un poco el cabecero de su cama y acomodarle la almohada bajo la cabeza, aprovechando para poner en orden sus cabellos rubios.
Kitty empezó a hablar con la voz suave a la que nos tenía acostumbrados a todos por lo general, y me confesó qué era realmente lo que había pasado. Tal como sospechaba, no era simplemente que "se había puesto a gritar como una loca", según la versión de mis compañeros. Aquel Jonathan, su amigo difunto, la seguía atormentado. Era la voz de la culpabilidad atormentando su conciencia.
- Jonathan, ¿eh? - dije sentándome en el borde de la camilla - ¿Y te dijo eso? vaya, sí que está peleón...
Suspiré mientras acariciaba uno de sus mechones rubios. Aquella historia la tenía atormentada y yo estaba segura de que con un buen tratamiento psicológico podría haberse solucionado, pero en cualquier caso, no era algo que me tocase decidir a mí. Alguien llamó a la puerta y me levanté de nuevo para tomar el trozo de pastel y los refrescos que había pedido.
Coloqué la bandeja de la cama sobre el regazo de Kitty y coloqué el pastel, los refrescos y dos cucharas de plástico. Hubiese sido mejor tenedores pero estaban prohibidos en según qué zonas del hospital. Me senté al otro lado, junto a sus piernas y le animé con una sonrisa a que comenzara a comer.
- Aquí no te va a pasar nada, Kitty. Yo me encargaré personalmente de que Jonathan no te haga nada así que no tengas miedo. Nunca te ha hecho nada, ¿verdad? - dí un sorbo al refresco.
La miré y vi que su mirada se tornaba brillante y cristalina debido a las lágrimas. Fruncí los labios y desvié la mirada al pastel unos segundos, manteniendo la serenidad. Tras un profundo suspiro, la volví a mirar.
- No quiero que llores, Kitty. Sé que los otros te han tratado mal y que no te han escuchado pero ahora estás conmigo. Come un poco.
Cogí un poco de pastel con la cuchara y le ofrecí el cubierto para que lo tomara, siempre con una sonrisa en los labios y mirándola a los ojos.
Kitty empezó a hablar con la voz suave a la que nos tenía acostumbrados a todos por lo general, y me confesó qué era realmente lo que había pasado. Tal como sospechaba, no era simplemente que "se había puesto a gritar como una loca", según la versión de mis compañeros. Aquel Jonathan, su amigo difunto, la seguía atormentado. Era la voz de la culpabilidad atormentando su conciencia.
- Jonathan, ¿eh? - dije sentándome en el borde de la camilla - ¿Y te dijo eso? vaya, sí que está peleón...
Suspiré mientras acariciaba uno de sus mechones rubios. Aquella historia la tenía atormentada y yo estaba segura de que con un buen tratamiento psicológico podría haberse solucionado, pero en cualquier caso, no era algo que me tocase decidir a mí. Alguien llamó a la puerta y me levanté de nuevo para tomar el trozo de pastel y los refrescos que había pedido.
Coloqué la bandeja de la cama sobre el regazo de Kitty y coloqué el pastel, los refrescos y dos cucharas de plástico. Hubiese sido mejor tenedores pero estaban prohibidos en según qué zonas del hospital. Me senté al otro lado, junto a sus piernas y le animé con una sonrisa a que comenzara a comer.
- Aquí no te va a pasar nada, Kitty. Yo me encargaré personalmente de que Jonathan no te haga nada así que no tengas miedo. Nunca te ha hecho nada, ¿verdad? - dí un sorbo al refresco.
La miré y vi que su mirada se tornaba brillante y cristalina debido a las lágrimas. Fruncí los labios y desvié la mirada al pastel unos segundos, manteniendo la serenidad. Tras un profundo suspiro, la volví a mirar.
- No quiero que llores, Kitty. Sé que los otros te han tratado mal y que no te han escuchado pero ahora estás conmigo. Come un poco.
Cogí un poco de pastel con la cuchara y le ofrecí el cubierto para que lo tomara, siempre con una sonrisa en los labios y mirándola a los ojos.
Claudia Stanford- Mensajes : 45
Fecha de inscripción : 24/02/2011
Edad : 39
Localización : Vecordia
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