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Por mucho que te escondas tu sombra sigue tu figura, delatándote.. [Zeta]
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Por mucho que te escondas tu sombra sigue tu figura, delatándote.. [Zeta]
Mi ceja derecha se alzó con lentitud, como si mientras tanto me estuviera dando tiempo a asimilar la noticia, al final se paró en su tope dando a mi expresión un toque de susceptibilidad que se hubiera quedado tan solo en eso si mis labios no se hubieran fruncido formando una fina línea tensa que avisaba a cualquiera que se encontraba cerca que era mejor no acercarse, es más, que corriera. Y eso era lo que en realidad básicamente estaba haciendo Rolland, aunque no me viera desde ahí. Mi rostro se escondía a mitad tras una de las cortinas de raso color beige de la sede del gobierno de Svelven, mi mirada azul cielo podría relacionarse a un día congelado en el polo, dura y fría al igual que la expresión de mi rostro; mi cuerpo tenso y mi mano izquierda agarrando con rabia las cortinas mientras seguía tapándome, ocultándome de aquel que era el que en realidad se tenía que ocultar. El segundo piso del edificio daba hacia la entrada trasera del caserón, y que sorpresa que mientras estaba leyendo mi libro en un rato tranquilo de cada mañana que un movimiento llamase mi atención en la lejanía a través del cristal transparente. Rolland… ¿A dónde se suponía que iba? Sin duda la capacidad para escabullirse no era lo suyo, o a lo mejor es que no lo hacía suficientemente bien como para escapar de su propia madre… Arrugué si es que se podía más los labios, sus movimientos y su rostro alerta le delataban, sabía que no iba a hacer nada bueno, lo sabía, y quizá aquí si que se podía añadir aquella burda expresión de “le conozco como si le hubiera parido” Si, porque aunque Rolland solo me trasera últimamente más que dolores de cabeza al fin y al cabo llevaba mi sangre.
No me hizo falta bajar a preguntarle donde iba, lo sabía, y por si acaso el pensaba que podía salirse con la suya, quizá olvidaba que su madre no era ni mucho menos como una madre normal. Le di la espalda a la ventana con rabia y mi voz aguda pero relajada sonó en un débil murmullo sin dirigirse a nadie el especial, tan solo al aire, a un invisible Rolland que no podía oírme pero que debería hacerlo -Deberías dejar de intentarlo…- Mi mano de piel blanca como la nieve y dedos levemente arrugados ya por la edad cogió el teléfono antiguo aparentemente de decoración que se situaba en la mesa central de la sala, marqué con toda la tranquilidad del mundo un número y esperé los tonos de contestación, al fin, al cabo de unos segundos una voz femenina pero más joven contesto a la otra línea, sin molestarme en saludar ni nada por el estilo hablé mientras me sentaba con elegancia en la butaca de terciopelo granate junto a la mesa -Kyra querida, tu hermano va hacia ahí con esas ideas sin sentido que le han surgido últimamente, sácalo, a tu padre no le hará gracia saber que ha estado en Vecordia… -Mi voz sonó dura, de mandato, pero no sobre manera, el peso de la orden quedo sobre su padre y mi mera introducción en el tema algo de simple casualidad e ignorancia. Kyra tampoco sabía nada, y no debía saberlo, por suerte confiaba demasiado en que mi hija mayor no iba a dejar comerse la cabeza con las confesiones de su hermano sobre supuestas nuevas hermanas.
Colgué sin despedirme tampoco y crucé los dedos mientras apoyaba los codos en los reposabrazos de la silla, Emmanuel parecía demasiado ocupado en quejarse de los derroches de su hijo pequeño como para darse cuenta de que el no era el verdadero problema, mi mirada celeste se posó de nuevo en la ventana, bueno, yo me encargaría de que el secreto genealógico de la familia siguiera considerándose un secreto.Alargué con lentitud el brazo derecho para alcanzar una taza de color granate colocada sobre la mesilla pequeña junto al escritorio, la llevé con delicadeza hacia mis labios dando un corto y breve sorbo al líquido que contenía, un té de color verdoso que se confundía con el fondo rojizo de la taza, crucé las piernas acomodándome en silencio, ah…Silencio, adoraba el silencio, dejé que un débil rallo de sol que se colaba por los ventanales acariciara mi tez blanquecina mientras cerraba los ojos durante unas milésimas de segundo relajándome.
No me hizo falta bajar a preguntarle donde iba, lo sabía, y por si acaso el pensaba que podía salirse con la suya, quizá olvidaba que su madre no era ni mucho menos como una madre normal. Le di la espalda a la ventana con rabia y mi voz aguda pero relajada sonó en un débil murmullo sin dirigirse a nadie el especial, tan solo al aire, a un invisible Rolland que no podía oírme pero que debería hacerlo -Deberías dejar de intentarlo…- Mi mano de piel blanca como la nieve y dedos levemente arrugados ya por la edad cogió el teléfono antiguo aparentemente de decoración que se situaba en la mesa central de la sala, marqué con toda la tranquilidad del mundo un número y esperé los tonos de contestación, al fin, al cabo de unos segundos una voz femenina pero más joven contesto a la otra línea, sin molestarme en saludar ni nada por el estilo hablé mientras me sentaba con elegancia en la butaca de terciopelo granate junto a la mesa -Kyra querida, tu hermano va hacia ahí con esas ideas sin sentido que le han surgido últimamente, sácalo, a tu padre no le hará gracia saber que ha estado en Vecordia… -Mi voz sonó dura, de mandato, pero no sobre manera, el peso de la orden quedo sobre su padre y mi mera introducción en el tema algo de simple casualidad e ignorancia. Kyra tampoco sabía nada, y no debía saberlo, por suerte confiaba demasiado en que mi hija mayor no iba a dejar comerse la cabeza con las confesiones de su hermano sobre supuestas nuevas hermanas.
Colgué sin despedirme tampoco y crucé los dedos mientras apoyaba los codos en los reposabrazos de la silla, Emmanuel parecía demasiado ocupado en quejarse de los derroches de su hijo pequeño como para darse cuenta de que el no era el verdadero problema, mi mirada celeste se posó de nuevo en la ventana, bueno, yo me encargaría de que el secreto genealógico de la familia siguiera considerándose un secreto.Alargué con lentitud el brazo derecho para alcanzar una taza de color granate colocada sobre la mesilla pequeña junto al escritorio, la llevé con delicadeza hacia mis labios dando un corto y breve sorbo al líquido que contenía, un té de color verdoso que se confundía con el fondo rojizo de la taza, crucé las piernas acomodándome en silencio, ah…Silencio, adoraba el silencio, dejé que un débil rallo de sol que se colaba por los ventanales acariciara mi tez blanquecina mientras cerraba los ojos durante unas milésimas de segundo relajándome.
Zephyr L. Saiteck- Mensajes : 59
Fecha de inscripción : 20/02/2011
Re: Por mucho que te escondas tu sombra sigue tu figura, delatándote.. [Zeta]
El día se antojaba aburrido, gris y falto de entretenimiento. La parte de gris le gustaba, pero enseguida subió las persianas y comprobó como los rayos de sol atravesaban sus finas cortinas. Joder. El adía anterior había sido lluvioso, de los que le gustaban, pero había vuelto a salir el sol después de todo. << Por muy oscura y fría que sea la tormenta; después siempre sale el Sol >> pensó con sorpresa por las frases que rondaban su mente; los típicos dichos esperanzadores que todos los hombres y mujeres parecían adorar… ilusos. Era como cuando se ve una batalla de estas campales de la Edad Media; al final el protagonista nunca muere y la audiencia sonríe feliz; él se preguntaba “¿y el resto de soldados que sí morían, que? ¿Se joden?”. La mente humana era sin duda más retorcida de lo que ellos mismos querían admitir, pero para eso estaban los que eran como Zeta, para pensar por ellos. El agua fría de la ducha le devolvió a la cordura, al mundo de la realidad, no de la mente; dejo que el agua limpiara no solo su cuerpo, sino su mente y se dejó llevar por el simple contacto del agua en su cuerpo. Le llevó su tiempo terminar la ducha, disfrutando de algo tan simple.
Un desayuno sencillo y una ropa cómoda terminaron su rutina y aun con hambre cogió una manzana antes de salir de su casa. La calle le tenía indiferente, a la vez que su mente buscaba enemigos, bombas, francotiradores y rutas de escape; era algo automático de lo que ya no se daba ni cuenta. Era temprano para encontrarse a críos por las calles, pero sí que habían adolescentes con mochilas y cargados hasta las cejas de papeles… debían ser universitarios; seguramente de exámenes. No pudo evitar lanzarles una sonrisa burlona, mientras caminaba con las manos en los bolsillos. Recordó que aun tenia la manzana en el bolsillo de la chaqueta y la sacó para comenzar a comérsela. Aun era temprano, así que decidió escoger la ruta larga, dando un gran rodeo que aunque inútil, era a la vez reconstituyente… como había sido la ducha. Su humor se iba mejorando a pesar el sol cegador que comenzaba a salir; y a pesar de haber olvidado sus gafas de sol en casa. La manzana le duró menos de lo esperado, pero la poca hambre había desaparecido. Esta vez sacó un cigarrillo, el perfecto acompañante en sus paseos; aunque él fumaba bastante, este hecho no había menguado ni un poco sus aptitudes físicas, era todo un enigma de su cuerpo.
Pasó casi media hora y ese horario era más razonable para hacerle una visita a Zephyr. Giró una esquina y contempló el imponente edificio que era el ayuntamiento… la verdad, las construcciones de Sleven eran en su gran mayoría, muy bonitas; y las oficiales del estado eran increíbles. Zeta siempre había sentido una admiración por la arquitectura que no había conseguido entender, pero le gustaba. Apagó su segundo cigarrillo de la mañana en el cenicero que había en la entrada y cruzó rápidamente el gran recibidor que había allí dentro; los hombres con su traje de corbata, y las mujeres también con el traje de chaqueta… realmente él nunca terminaba de encajar allí dentro. La mayoría habían acabado por no mirar a aquel joven que tantas veces se paseaba por la sede del gobierno y acaba en el despacho de Zephyr… seguramente más de uno habrían pensado en alguna relación extramatrimonial, o incluso algún tema de prostitución masculina. A Zeta, esas ideas en vez de hacerle gracia, le enfurecían, por pensar algo así de su apreciada amiga. Y también le incomodaban, aunque prefería hacer oídos sordos y evitar las miradas interrogantes de aquella panda de estirados.
Primero tocó a la puerta en tres toques secos, en un espacio de tiempo muy corto; su seña de identidad, era como un código entre los dos. Después, sin esperar invitación, entró; como de costumbre. Como saludo, una sonrisa simple y sencilla, como solo él sabía hacerlas, tan… inexpresivas; ¿Desde cuándo las sonrisas eran inexpresivas? pues desde el día de su accidente.-Buenos días, Zephyr-añadió acercándose a la mujer por la que sentía una admiración algo extraña. –Pareces inusualmente calmada-comentó como una simple observación, con la que ya estaba comiéndose la cabeza y buscando razones, ¿tal vez alguna idea para su “proyecto”? ¿una buena noticia? entonces, ¿de qué tipo? ¿con que tenía relación? La cabeza de Zeta era un generador de ideas asombroso, capaz de verle los fallos a cualquier cosa…
Un desayuno sencillo y una ropa cómoda terminaron su rutina y aun con hambre cogió una manzana antes de salir de su casa. La calle le tenía indiferente, a la vez que su mente buscaba enemigos, bombas, francotiradores y rutas de escape; era algo automático de lo que ya no se daba ni cuenta. Era temprano para encontrarse a críos por las calles, pero sí que habían adolescentes con mochilas y cargados hasta las cejas de papeles… debían ser universitarios; seguramente de exámenes. No pudo evitar lanzarles una sonrisa burlona, mientras caminaba con las manos en los bolsillos. Recordó que aun tenia la manzana en el bolsillo de la chaqueta y la sacó para comenzar a comérsela. Aun era temprano, así que decidió escoger la ruta larga, dando un gran rodeo que aunque inútil, era a la vez reconstituyente… como había sido la ducha. Su humor se iba mejorando a pesar el sol cegador que comenzaba a salir; y a pesar de haber olvidado sus gafas de sol en casa. La manzana le duró menos de lo esperado, pero la poca hambre había desaparecido. Esta vez sacó un cigarrillo, el perfecto acompañante en sus paseos; aunque él fumaba bastante, este hecho no había menguado ni un poco sus aptitudes físicas, era todo un enigma de su cuerpo.
Pasó casi media hora y ese horario era más razonable para hacerle una visita a Zephyr. Giró una esquina y contempló el imponente edificio que era el ayuntamiento… la verdad, las construcciones de Sleven eran en su gran mayoría, muy bonitas; y las oficiales del estado eran increíbles. Zeta siempre había sentido una admiración por la arquitectura que no había conseguido entender, pero le gustaba. Apagó su segundo cigarrillo de la mañana en el cenicero que había en la entrada y cruzó rápidamente el gran recibidor que había allí dentro; los hombres con su traje de corbata, y las mujeres también con el traje de chaqueta… realmente él nunca terminaba de encajar allí dentro. La mayoría habían acabado por no mirar a aquel joven que tantas veces se paseaba por la sede del gobierno y acaba en el despacho de Zephyr… seguramente más de uno habrían pensado en alguna relación extramatrimonial, o incluso algún tema de prostitución masculina. A Zeta, esas ideas en vez de hacerle gracia, le enfurecían, por pensar algo así de su apreciada amiga. Y también le incomodaban, aunque prefería hacer oídos sordos y evitar las miradas interrogantes de aquella panda de estirados.
Primero tocó a la puerta en tres toques secos, en un espacio de tiempo muy corto; su seña de identidad, era como un código entre los dos. Después, sin esperar invitación, entró; como de costumbre. Como saludo, una sonrisa simple y sencilla, como solo él sabía hacerlas, tan… inexpresivas; ¿Desde cuándo las sonrisas eran inexpresivas? pues desde el día de su accidente.-Buenos días, Zephyr-añadió acercándose a la mujer por la que sentía una admiración algo extraña. –Pareces inusualmente calmada-comentó como una simple observación, con la que ya estaba comiéndose la cabeza y buscando razones, ¿tal vez alguna idea para su “proyecto”? ¿una buena noticia? entonces, ¿de qué tipo? ¿con que tenía relación? La cabeza de Zeta era un generador de ideas asombroso, capaz de verle los fallos a cualquier cosa…
Zeta R. Kominskinov- Mensajes : 14
Fecha de inscripción : 26/02/2011
Re: Por mucho que te escondas tu sombra sigue tu figura, delatándote.. [Zeta]
No aguantaba mucho ante el sol, mi piel excesivamente blanca se veía dañada en demasía con su presencia y ello colaboraba a que cada vez fuera más blanca, un eterno círculo sin fin, pero de todas maneras podía permitirme unos cuantos segundos frente a la luz agradable y cálida de aquel espectro de dimensiones innombrables. La taza borgoña apoyada sobre mi regazo colaboraba a darme incluso más calor debido a la calidez extrema del líquido que contenía, no es que estuviera siendo un invierno frío, pero aunque lo odiaba aceptar era la realidad, la edad no perdonaba, y cada vez eran necesarias mas mantas, eso sin contar que mis manos siempre estaban frías, incluso cuando tan solo tenía unos cuantos días de vida. Rodeé la taza con ambas manos calentándolas de esta manera mientras me llevaba una vez más el líquido a la boca dando un nuevo sorbo y bajándola de nuevo; me gustaba aquella sensación, la de tan solo tener que pensar en subir y bajar el brazo con el peso casi inexistente de una taza de té.
Pero el silencio tan poco característico del lugar tuvo que ser violado por supuesto, y alguien llamó a la puerta provocando en mi rostro un evidente gesto de fastidio, que sin embargo varió al instante al registrar la llamada en mi cabeza, toc toc toc, cortos, rápidos y secos, una media sonrisa se extendió por mi rostro y antes de que él cruzara la puerta yo ya sabía quién era. Y como siempre puntual Zeta cruzó el umbral de la puerta de roble para entrar a mi despacho al igual que cada mañana. Giré con suavidad la butaca sin necesidad de levantarme para quedarme mirando en su dirección, no había nada nuevo en él, pero es que no necesitaba nada nuevo, recto, quieto, con el rostro serio y una mirada inexorable, sonreí de nuevo levemente hacía él. - Siempre puntual…-Murmuré como un cumplido -Buenos días querido…-saludé con tranquilidad tomándome mi tiempo y dándole después un nuevo sorbo a la taza, señalé con la mirada la bandeja con una taza más que había traído hacía unos minutos la sirvienta -¿Un café, té?-Pregunté mientras me levantaba con lentitud dejando mi propia taza en la misma bandeja.
Escuché su opinión sobre mi estado de ánimo y le lancé una rápida mirada, sin duda me gustaba esa capacidad de analización que solía caracterizar al muchacho, esperé a que me respondiera si quería algo de beber junto a la bandeja mientras mi mirada azul y fría se clavaba en la suya color chocolate, si, por que a pesar de que el era más alto que yo, yo vestía como siempre unos tacones, esta vez negros, de unos cuantos centímetros, tantos que me hacían llegar prácticamente a su altura, odiaba sentirme pequeña ante la gente, por lo que siempre, repito, siempre los llevaba, y cuanto más altos mejor. -Tengo que hablar contigo..-Murmuré a pesar de que ya fuera una evidencia, todo aquello me producía más trabajo del que ya tenía de por sí, y si por no fuera poco ahora a Rolland le daba por ponerse a cotillear entre los archivos de Vecordia, bien… Pues había una solución para quitarme todas las preocupaciones de encima.
Zephyr L. Saiteck- Mensajes : 59
Fecha de inscripción : 20/02/2011
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