Caminando se llega a alguna parte {Denzel}

Sonaba en su reproductor de música Las Cuatro Estaciones, exactamente, Primavera de Vivaldi, un Dios para sus oidos. Esa canción la trasportaba a esa época en que las flores amanecían, cerró los ojos por un momento y se imaginó a si misma tumbada, en una colina verde, al ponerse en pie, ver como el sol la saludaba, junto a los millares de flores que despertaban y el pequeño suspiro alegre del viento. Y de pronto, se acabó la canción... ocho minutos de una preciosa música, era tan bonito aquello. Le hacía pensar en la idea de enamorarse de un compositor de música clásica y todo... pero mejor dejar las ensoñaciones, porque ella no creía en el amor, una chica como Tuesday jamás lo haría. El amor era para los valientes, aquellos que no tenían miedo a expresar sus sentimientos, incluso su amor era más grande que el miedo al rechazo. Ilusos...sí, el amor no duraba para siempre, en cambio la música clásica sí, por lo menos para ella. Por suerte, en el colegio nadie se enteró de su afición por la música clásica, se le habrían sumado un montón de adjetivos descalificativos además de los de siempre. ¿Por qué no dejaba de pensar en aquello? ¿Alguna vez olvidaría aquellos problemas? Pensó en una negativa, pero supó que antes de olvidarlos, tendría que superarlos... lo hablaría con su psicólogo. La única persona que había conseguido que Tuesday soltará incluso frases ingeniosas, aquel hombre amable, de cabello azabache, con un aspecto juvenil, pero probablemente casado, su mejor amigo. Él le había hecho mejorar en cuatro largos años, recuerda los dos primeros, le odió por querer entrometerse en su vida y hacerle sentir frágil, hacerle llorar al preguntarle por su hermana, y al sonreírle al decir que llorar estaba bien, que era un sistema defensivo ante el mundo, como bien había aprendido en biología, era una defensa externa, bioquimica, para destruir microorganismos... para ella, las lágrimas solo eran eso, pero el psicólogo le hizo pensar. Y ese día, su relación cambió notablemente. Le contaba todo, sus preocupaciones, sus miedos...

Ya estaba anocheciendo, había pasado más tiempo del debido en la universidad, pasando a limpio sus apuntes, como cualquier persona normal y corriente, una más entre la multitud, solo que con sus mismas manías y extrañezas moderadas, un poco más ocultas, como bien le había dicho el psicólogo, debía dejar atrás esas tonterías de adolescentes, pero.. a sus diecinueve años, ¿seguía siendolo?
Tuesday caminaba por la vacía acera, el sol ya comenzaba a esconderse entre unas oscuras nubes, quizá esa noche lloviera, pero le daba igual, un poco de lluvia no sentaba mal a nadie. Debían ser las ocho o por ahí, no se lo podía creer, ella, sola, paseando, sin miedo a las miradas... aunque quizá fuera porque no se había encontrado con nadie por el camino. No se dirigía a ningún lugar en especial, simplemente andaba, con total tranquilidad, sin destino aparente, ¿ya llegaría a donde fuera, no? Lo cierto es que cualquiera que la viera pensaría que era una extranjera, ya que a pesar de haber vivido toda su vida en Svelven, pocas eran las veces que salia de casa... solo un recorrido: de la escuela a casa y de casa a la escuela. Su adolescencia había sido dura, se sentía presa de si misma y no cruzaba palabras con la gente. Pero estaba segura de que aquello ya había pasado y debía cambiaro, ahora tenía que madurar, una nueva etapa en su vida, borrón y cuenta nueva.

Sin darse cuenta, un sitio llamó su atención, en un pequeño cartelito, como publicitando el lugar, se leía: "Parque ecólogico". No dudó en ir a echar un vistazo, sin lugar a dudas "ecólogico" era una de sus palabras favoritas, porque adoraba todo lo que estaba fundamentado en el concepto de biodiversidad y conservación del medio ambiente. No se lo pensó dos veces, y ahora escuchando Für Elise (de su gran amigo Beethoven), entró en aquel bonito sitio. Todo verde, todo hermoso, al igual que en su "sueño" por decirlo de alguna forma, lo cierto es que al oir aquella música, conseguía dejar atrás sus problemas y olvidarse del mundo. Se quedó quieta, escuchando cada nota, y tarareando la canción, sola, perfectamente.