The one who creeps in corridors (Kitty)

¿Para qué teníamos personal de limpieza en aquel dichoso infierno?

Eso me preguntaba una y otra vez mientras frotaba y refrotaba en suelo de uno de los pasillos del hospital, era mi castigo por mala conducta... otra vez. De nuevo habían querido obligarme a desayunar algo que no quería (me cansaba de repetir, sólo leche, una galleta y una onza de chocolate), pero una vez por semana el personal de Vecordia se aburría y le gustaba cambiarme la comida sólo para verme sufrir... así tenían un motivo más para darme una paliza y obligarme a hacer cosas como aquellas.

Me obligaron a limpiar de rodillas con un cepillo y un cubo de agua y jabón un largo pasillo lleno de suciedad, huellas de gente, polvo y restos de... ni quería saber de lo que era. No quería llorar, pero era difícil, tenía hambre, estaba cansada y sola y una vez más habían vuelto a aprovecharse y a burlarse de mi. No era necesario que me pegaran, a veces les bastaba con destrozar mi espíritu.

Estaba desayunando esa mañana como de costumbre, cuando vi algo que odiaba que sucediera, los enfermeros injustamente maltrataban a una chica, ellos eran crueles, al parecer le habían dado el desayuno que no era, ella repetía una y otra vez sólo leche, una galleta y una onza de chocolate, miré de reojo como le quitaban la comida la golpeaban y la enviaban a cumplir un horroroso castigo, limpiar los pisos de los pasillos.

Nunca me había tocado hacer algo como aquello, casi siempre me tocaba era la paliza y estar encerrada en un cuarto durante horas y horas, sabían que eso me mataba lentamente, además no les convenía hacerme mucho daño, o mi padre no les pagaría.

A como diera lugar tenía que hacer algo, me encaminé hasta una de las mujeres que servía la comida y con mi poder de coacción envié mis pensamientos hasta ella haciendo que hiciera lo que yo pedía, inmediatamente puso en mis manos, leche, una galleta y una onza de chocolate. Le mostré una sonrisa y saliendo de aquella sala sin hacer mucho ruido me encaminé hasta la chica.

Me agaché sin pisar el suelo que ella mojaba.
Espero esto te sirva de algo ofrecí con una sonrisa

De todos modos era mejor que las palizas, es era lo único que me mantenía callada y trabajando, quizás si lo hacía bien no me pegaran, quizás si acababa pronto pudiera ir a comer a mediodía... quizás si dejaba de imaginar lo que no iba a pasar podría empezar a concienciarme para el resto del castigo, porque siempre había más.

Escuché pasos y temí que fueran ellos, vendrían, pisarían lo fregado, tirarían el cubo de agua y todo se empaparía de nuevo... lo peor serían sus risas viéndome allí tirada, sin más opción que seguir restregrando el suelo con aquel raído cepillo. Me dolían las manos, los brazos, las rodillas... Bajé la cabeza, si no les miraba igual pasaban de largo y me dejaban en paz, pero no, quien fuerza se paró y se agachó y entonces vi mi desayuno de cada mañana y se me iluminó la cara. No era un guardia, o una enfermera o un odioso celador, era una paciente pero ¿podría fiarme? No todos eran fiables. -¿Está envenenado?- pregunté, quizás quisiera matarme, como los otros. -No me lo vas a decir si lo está... mentirás- claro que mentiría, diría que estaba bien para que me lo comiera. -¿Cómo lo has sabido?- ¡Ah, claro! mis gritos en el comedor...

Realmente desconfiaba, pero no eran solo sus gritos los que me habian empujado a llevarle su desayuno, sino también la intensidad con la que sus pensamientos deseaban aquello.
¿Como le hacía entender que yo le escuchaba gritar no solo de sus labios sino también de su mente?
Puedes confiar en mí le dije sonriendo de nuevo quizás te paresca extraño pero estámos en la misma situación, a veces me tratan como te han tratado hoy...
Le miré, me fuese gustado transmitir mis pensamientos a ella pero no podía abusar del poder, lo acababa de usar, si me sobrecargaba de nuevo no quisiera ni imaginar lo que sucedería, la ultima vez casi maté un enfermero, esta vez no querría ir a parar yo a la tumba.
Aunque si no quieres puedo comerlo yo dije haciendo el gesto para levantarme.

Le agarré la mano para evitar que se fuera, sentía tenerla mojada y jabonosa, podía resultar desagradable al tacto, pero sólo quería retenerla allí conmigo. -Prueba la galleta- le pedí, mirando el plato con inseguridad. Si ella se la comía y no pasaba nada, sería seguro y sabría que no la habrían enviado ellos para hacerme más daño. -Te lo agradezco, pero tienes que entenderme, no es la primera vez que drogan mi comida...- se aprovechaban de mi rutina, de la manía que tenía de comer siempre lo mismo, en el mismo orden y a la misma hora, pero aquella vez no me la jugarían y de paso sabría si podía confiar o no en aquella chica que me miraba con esos ojos inquisidores, como si tratara de leerme, no era un libro, no me gustaba que escudriñaran mi mente, era lo único que realmente era mío.

Ella en cierta forma sabía lo que yo hacía, no me gustaba violar la privacidad de las mentes ajenas, no era algo que me fuese gustado que hiciesen conmigo, era algo realmente horrible así que salí de su mente desviando la mirada hasta la galleta, era su rutina, si yo la comía en cierta forma arruinaría eso.

Dudé pero debía comprobarle que yo era de las buenas, que debía confiar en mi, me llevé la galleta a la boca no sin antes recalcarle - Es tú galleta y la estoy tomando porque tu quieres ok? - mordí la galleta, la saboreé si que estaba buena, era mejor que la ensalada de frutas que yo había comido esa mañana.

Luego de tragar la galleta le enseñé mi boca sacando la lengua - Puedes confiar en mi, puedo ser tu amiga o tu enemiga, tu decides... - Odiaba ser puesta a prueba, pero yo no tenía razones para mentirle, solo quería ayudarla.

Seguía viva, se había comido un trozo de galleta ¡¡y seguía viva!! Solté el cepillo con el que estaba fregando el suelo y me abalancé sobre ella para abrazarla, fue un impulso, pero ahora que sabía que la comida no estaba envenenada debía reconocer que habia sido un lindo detalle, probablemente lo más bonito que habían hecho por mi desde que había entrado en el hospital, o que sí... era patético.

-Gracias, gracias- le dije apretando el abrazo, sin tener en cuenta que podía molestarle. Pronto la solté y comencé a comerme la galleta, probablemente los rugidos de mi estómago hicieran eco en aquel largo pasillo, odiaba saltarme una comida, alteraba totalmente mi rutina, comía poco, pero tenía que comer, si no era imposible soportar estar allí dentro. Bebí un trago de leche y le sonreí, dejaba siempre el chocolate para el final, era lo más rico. -Yo no puedo darte nada...- musité, esa era otra opción, que quisiera algo a cambio.

Su abrazo me sorprendió tremendamente, mientras me abrazaba traté de no soltar ninguna de las cosas que traía para ella, sonreí cuando las tomó para comerlas, casi escuché el gruñir de su estómago, lucía desesperada.
Miré de un lado a otro para cersiorarme que nadie viniese y me viese alimentandola, o de lo contrario quien sería seriamente castigada sería yo.
Cuando me dijo que no tenía nada que darme me encogí de hombros - Es un favor... - susurré con una sonrisa en mis labios - y los favores no se cobran, puedes tomarlo como una ofrenda de amistad - agrandé más la sonrisa.

En realidad ella tenía que darle las gracias a su mente, que era bastante ruidosa y casi me volvió loca repitiendo una y otra vez "Leche, Galleta, Chocolate"

Era muy arriesgado lo que estaba sólo por querer tener mi amistad... no se trataba de que les molestara que nos ayudáramos entre nosotros para hacer aquello un poco más llevadero, era cuestión de llevar la contraria a sus decisiones, desafiar su autoridad... era entonces cuando se aplicaban los peores correctivos, fuera quien fuera esa chica, era muy arriesgada, o temeraria, o idiota. -Gracias- repetí, mirando alrededor, igual que hacía ella, con el miedo de que alguien apareciera.

Comer de aquella manera no me aprovechaba de ninguna manera, me gustaba hacerlo lentamente, en un orden, masticando siempre el mismo número de veces, pero no estaba como para pararme a repetir mis rituales, normalmente lo hubiera hecho, pero aquella no era una situación, me conformaba con tener mi galleta, mi leche y mi onza de chocolate. -¿Cómo te llamas?- pregunté, bajando el tono de voz, toda precaución parecía ser poca.

Arriesgada, o temeraria, o idiota
Sus pensamientos realmente era fuertes, ante ellos traté de reprimir una risa, ya que si lo hacía parecería más loca de lo que estaba en realidad, ladeé mi cabeza viendola comer, y suspíré, si que había sido arriesgado, pero no tenía ninguna razón, me gustaba actuar de buena forma, además ayudar a los demás, para mí era algo satisfactorio, me fuese gustado que alguien me ayudara cuando a quien le hacían daño era a mí.

Ni siquiera la conocía, realmente no cualquiera comete aquellas locuras por un desconocido, yo apenas le había visto un par de veces.
Me llamo Kitty me presenté tu eres Irina no? Así te llamaban "ellos" dije volviendo a mirar al rededor, solo nombrarlos me infundía miedo, pero en cierta forma yo era valiente, nunca me dejaba a la primera, siempre luchaba hasta el final.

-Ellos me llaman de muchas maneras...- y no todas ellas agradables, pero sí, mi nombre era Irina y ella Kitty, un nombre interesante, como ella, que se jugaba una paliza de muerte por ayudarme sin pedir nada a cambio. Me tomé de un bocado la onza de chocolate, dejando primero que se derritiera un poco y luego masticándola. Bebí el último trago de leche, que me refrescó, evitando que la boca quedara pastosa por el chocolate y tiré el vaso dentro del cubo de agua y jabón con el que estaba fregando, así si aparecía alguien no vería el vaso y cuando fuerza a vaciar el cubo me desharía de él.

Miré a Kitty fijamente, algo en ella era sospechoso, creía que podía confiar porque no había envenenado mi comida, pero había muchos por ahí que se metían en la cabeza de los demás y lograban engañarles. Ya me lo decía Kyle no te fíes de ellos... pero Kyle no era real, aunque casi siempre lo pareciera, aunque estuviera en mi cabeza, parecía estar en la parte cuerda, todo lo que decía era mucho más razonable que lo que decía yo. -Esta vez te prometo que no fue mi culpa- me excusé -fue una de las cocineras, yo no le gusto, dice que soy una caprichosa, pero no lo soy, tiene que ser así, siempre lo mismo... la galleta, la leche y el chocolate- hablaba rápido, las palabras se acumulaban, yo sólo quería explicarme pero me costaba bastante.

Le sonreí, a ellos le gustaba sacarnos de quisio, hacernos enloquecer, hacernos creer que eramos los culpables, que el daño nos lo hacíamos nosotros cuando eran ellos quienes nos quitaban aquellas cosas que nos infundían calma.
Suspíré y me llevé mi dedo indice a mis labios haciendo un shhhhh para que no hiciese mucho ruido - te creo, te creo - ya yo había lidiado con ellos tanto tiempo que se había vuelto costumbre.

Las cocineras no eran del todo mallas, pero en algo tenía razón ella, si les caías mal, podían ser pésimas y hacer dde tu comida en lugar de un ritual sagrado algo sumamente miserable - Tienes toda la razón pero yo me la llevo bien con las cocineras es por mi po... - me llevé la mano hasta la boca, eso era algo que no podía decir, que no debía decir.

Fruncí el ceño, había estado a punto de decirlo y yo me había dado cuenta, no estaba sorda ¡de verdad no lo estaba! Los enfermeros decían que sí cuando no les hacía caso, pero oía perfectamente y Kitty había estado a nada de decir la palabra poder. Normal que se hubiera moderado, era un tabú allí, yo también intentaba no decirlo, que pareciera que no podía hacer nada, pero ya no resultaba creíble, todos allí sabían lo que pasaba si no me daban esas medicaciones suyas...

-¿Te metes en sus cabezas, verad?- igual que Alice, pero eso no estaba bien, era malo, nos quejábamos cuando ellos intentaban entrar en nuestras cabezas y luego había gente como Kitty que se la devolvía. Era el único lugar en el que me podía escapar, abstraer del mundo y no quería a nadie allí que no estuviera invitado. -Podría hacer que sus pies se levantaran del suelo, que los platos volaran por el comedor, romper los vasos y clavarles los pedazos en los ojos- estaba obsesionada con sacarles los ojos a todos, así ya no tendrían que fingir que no veían lo que pasaba en realidad en Vecordia, no lo verían más. -Pero no puedo, sus sueros y sus pastillas no me dejan y luego están los dolores, muchos dolores- los efectos secundarios, por no hablar de los castigos...

Abrí bien los ojos y dí un ligero paso hacia atrás, pensé en huir, pero desistí de aquella idea, Irina no parecía una chica mala, los odiaba a ellos tanto como yo, y eso era un punto a mi favor.
Otro punto era que ella al parecer también poseía un don, en nada parecido al mio pero eso era excelente, si nos juntábamos podríamos ser una bomba de tiempo, y seríamos imparables.

A mi me pasa algo similar - dije nombrando los efectos secundarios - me dan fuertes migrañas y sufro hemorragias, tanto, que me sangra la nariz y a veces los oídos - la última vez que había abusado de mi poder hasta esa magnitud casi me había muerto desangrada, y había quedado en coma durante tres días, por eso ahora lo controlaba más - Pero no me gusta tomar las pastillas inhibidoras, porque me desactivan, así que hago que las tomo y finjo estar feliz, es dificil pero lo logro, solo controlo mi poder con mi propia fuerza - Suspiré, realmente yo era temeraria, porque intentar aquello era más arriesgado que leche, galletas y chocolate.

Me reí... no es que pretendiera reírme de ella, pero hacía que las cosas parecieran mucho más fáciles de lo que eran en realidad. Yo no podía fingir que me tomaba la medicación para luego escupirla, se quedaban conmigo y me vigilaban, incluso hubo una temporada que optaba por tomármela y después vomitar hasta que veía salir las pastillas, pero me había pillado... finalmente habían optado por inyectarme lo inhibidores y de eso no podía librarme.

Me subí las mangas de la chaqueta de lana que llevaba sobre la ropa y le enseñé la parte interior de los codos, llenas de punciones y no sólo de las inyecciones. -Esto es lo que pasará cuando te pillen- porque la pillarían, que no lo dudara. -Cuanto más te drogan, peores son los efectos secundarios... dejas de domir, de comer, estás más cansada- yo ya no dormía mucho y me obligaba a mi misma a comer todos los días, tres veces, pero las voces, lo peor eran la voces, las alucinaciones y no podía culpar de eso sólo a los fármacos, yo ya había entrado loca en Vecordia.

La imagen de su brazo lastimado casi me dolió, quise alentarla, pero ellos le habían causado aquello, tenía moretones debido a las punciones excesivas que seguramente le propinaban.
- Finjo muy bien - dije tratando de sonar calmada, en el fondo también estaba asustada, pero no quería parar en lo que ella había parado, le habían hecho mucho daño y por eso estaba así, al borde del colapso y la desesperación - Les hago pensar que las tomo, no pueden pillarme, y si lo hacen no pueden dañarme tanto, si algo muy malo me pasa mi padre los castrará a todos - esto ultimo lo dije en un tono arrogante pero era la verdad, mi padre era muy adinerado, y era un maldito por encerrarme allí, pero sabía que no quería que me asesinaran, de ello estaba segura.

Pues menuda suerte la de Kitty, entonces...
-Mi padre es uno de ellos... y a él no le importa lo que me hagan- no estaba en Vecordia, él estaba en otros respetables aunque dudosos laboratiorios, experimentando seguramente con toda la mierda que luego inyectaban a los prisioneros. No dejaba que mi hermana me visitara y él tampoco venía, ni mi madre, me habían repudiado hacía ya mucho tiempo. -Pero algún día acabará, de un modo u otro- o la revelión logarba sus objetidos, o me mataban de una paliza, o me mataba yo... sabía que terminaría siendo algo así, sabía que nos exterminarían antes de dejarnos salir de allí.
Continué fregando el suelo, podía seguir con eso y hablar al mismo tiempo, no quería que vieran que no había cumplido mi castigo, sería peor de esa manera.

Yo sabía que acabaría, que el castigo que vendría despues quizás fuese mucho peor, pero no me importaba arriesgarme, lo que yo quería era salir de allí a toda costa, aunque eso fuese una locura o aunque eso significase quizás mi muerte.

Mi hermana era lo único que me importaba y lo único que me dolía y que me había quitado, la amaba y tenía que verla, ya sería toda una chica grande y no podía verla, eso era algo traumático para mí.

Puede ser que sí o puede ser que no - dije manteniendome optimista - o puede ser que acabe cuando yo lo decida, cuando escape de esta basura - lo último lo dije enfaizando toda la palabra, el lugar realmente era una basura, lo odiaba, y yo necesitaba estar fuera de allí.

Me alejé cuando ella se alejó y comencé a frotar en suelo con las fuerza, ni sabía de donde salía, pero lo único que podía hacer era limpiar, mientras barullaba por lo bajo frases sin sentido -O cuando te maten o cuando te mates tú... ellos no saben donde está el límite, no parece que estés loca, pero si estás aquí es por algo- decía, si darme cuenta de que podía asustar a Kitty con mis palabras. Yo no quería decirle esas cosas a la gente, pero no podía evitarlo, no podía evitar obsesionarme con la idea de que todos íbamos a morir allí de la forma más horrible imaginada. Además, ella era guapa, todavia no le habían quitado eso a base de golpes e insultos, a los que trabajaban allí les gustaban las guapas y hacían cosas muy mala, a mi me las habían hecho y a Alice, pero ella era distinta, ella habían ingresado voluntaria, era rara, seguro que le gustaba, algo extraño debía esconder bajo ese pelo rosa...

Frotaba y frotaba, como si Kitty ya no estuviera conmigo, como si fuera otra alucinación a la que ignoraba para que desapareciera... ¿y si lo era? Tenía que comprobarlo, tenía que comprobar que no había una nueva voz en mi cabeza. -Pellízcame- le pedí de repente, tenía que hacerlo, tenía que hacerme algo para demostrarme que era real.

Ella tenía razón, pero no podía desesperanzarme, era lo único que me quedaba, la maldita esperanza de salir de allí algún día.
Mis ataques paranóicos habían cesado, no del todo, pero desde que tenía el poder no me daban tan amenudo y era lo único que no podía controlar, lo único que podía delatarme, deseché esa idea de inmediato, si pensaba mucho en ello podía sucederme y definitivamente no quería eso.
Le miré un tanto extraño, para que quería que la pellizcara, yo era real, ¿Aún dudaba de mí?, negué con la cabeza - No puedo pellizcarte - le dije con un tono amable, poniendo mi mano en su hombro - No me gusta hacer daño a mis amigos - Completé suspirando, no había dañado a ningún amigo desde aquel accidente, aquel accidente que me había quitado la felicidad, a mi mejor amigo, la razón de mi paranoia, y mi razon de estar aquí.

Sólo era un pellizco, no era nada comparable con lo que me hacía cada semana, resistía bien el dolor, ellos lo sabía, por eso eran más crueles conmigo que con los otros...pero también era culpa de sus experimentos, no mía.

Noté su mano en mi hombro y supe que estaba allí, eso me tranquilizó, o más bien calmó la creciente paranoia en mi cabeza, porque seguí frengando el suelo sin pararme. -Está bien... eso es bueno- me gustaba la idea de que alguien no quisiera hacerme daño, incluso me gustaba escucharlo. Aún tenía mucho que limpiar y Kitty no podía ayudarme, era un castigo que tenía que cumplir sola, quizás quisiera irse, pero me apetecía retenerla un poco más conmigo. -¿Por qué estás en Vecordia?- pregunté, sin mirarla, como si en realidad no me importara su respuesta.

´Mi historia quizás era parecida a la de muchos en aquel deprimente lugar, madre muerta + mejor amigo muerto = Loca de remate, eso era lo que me decía Alisson (Mi ex- mejor amiga y ahora mi enemiga).

Sacudí mi cabeza ¿Como iniciar?, no sabía como contarle mi historia, pero me di cuenta que no era necesario, la razón de estar en Vecordia no era mi locura, eso mi padre podía haberlo controlado con pastillas, yo estaba allí era por él, porque él me había encerrado en ese asqueroso sitio.

Miré como fregaba el piso, estaba haciendolo de una forma desesperante, tomé aire y hablé - Mi padre me mandó a encerrar - me encogí de hombros y me moví hasta una pared usandola de respaldo para sentarme en el piso - Sufría ataques paranóicos y a veces tiendo a tener alucinaciones, ya sabes, confundir la realidad con la ficción, ver gente muerta o incluso no saber quien soy - clavé la mirada en un punto de la pared frente a mí escuchándo solo el rastrillar del cepillo contra el suelo - y tu? - ella si parecía un poco más psicótica que yo, lo mío solo eras hock post traumatico.

¿Pretendía explicarme lo que eran las alucinaciones?Que no se esforzara, las tenía desde pequeña, gran parte del tiempo no sabía qué era real y qué no lo era, por eso hasta dudaba de la gente que sí existía, porque no podía fiarme de lo que veía. -No puedo hacer que se callen- ¿quería saber por qué estaba allí? No era ningún secreto, la verdad. -Todas esas voces en mi cabeza, diciéndome qué hacer, puedo verles... vosotros no podéis, pero yo sí, toda esa gente que camina entre nosotros pero que no está aquí de verdad- proyecciones de mi propio subconscientes que parecía estar mucho más cuerdas de lo que yo lo estaba. -Empezaron hace mucho, pero no eran sólo ellos, todo el mundo ahí fuera... todos están locos, son robots, sin sentimientos, automáticos, quieren matarnos Kitty, a todos nosotros, nos encierran, nos hacen pruebas, pero un día las pruebas terminarán, habrán conseguido lo que necesitan y en ese momento ya no les haremos falta- no lograba explicarme mejor, ni yo misma me entendía al hablar.

-Esquizofrenia, manía persecutoria, cambios de humor, tendencia a aislarse... sólo son palabras, lo peor es lo que ellos nos han hecho... por eso tú puedes entrar en mi cabeza, por eso yo puedo mover cosas- solté el cepillo, pero siguió moviéndose, limpiando el suelo como si una mano invisible lo manejara ¿eso era lo que tanto miedo les daba? No eran tan valientes...

Me quedé con la mirada fija en un punto de la pared, justo en ese punto la pintura se razgaba ¿ La razón? quizás las uñas de alguien, o tal vez uno de nosotros había hecho aquello con un cuchillo plástico o un guardia con una llave o... tal vez... Jonathan.

Sacudí la cabeza, miré a mi lado, Irina estaba perdiendo el control, enfadandose, describía su mal, eso era algo malo, pero al menos sabía lo que le sucedía, yo en cambio, al principio pensé que era normal, incluso luego de la muerte de mamá o del accidente pensé que todo aquello era normal, que ver la imagen de Joni o de mamá en todas partes erapor el shock de la pérdida.

Incluso nada pasó cuando empecé a fumar o cuando cambié los cigarrillos por marihuana, nunca pasaba nada, hasta que todo se volvió incontrolable - Entiendo a lo que te refieres - dije mirando como movía el cepillo con su poder telekinético.

En otro tiempo fuese salido corriendo huyendo lejos, despavorida, quizás aterrorizada, pero ahora, ahora eso me parecía muy normal.
Ladeé mi cabeza y le miré a los ojos, intenté intensificar mis pensamientos para que ella los escuchara en su mente Somos sus conejillos de indias, por eso tengo tantos deseos de marcharme de este lugar, porque no quiero morirme aquí.

Cerré mi puño y le di un fuerte golpe al piso, no quería morir sin ver a Kate, era mi chica, mi hermana, mi todo, y lo único que me mantenía viva.

Sentía como me alteraba cada vez más al hablar del tema, me enfadaba y el hecho de estar usando mi poder al mismo tiempo, aumentaba todavía más esa rabia. Hice que el cepillo parara, exahusta, no solía cansarme tan pronto, pero no estaba precisamente en un buen estado físico como para poner a abusar.

Veía que Kitty también sufría y me parecía una injusticia, pero todos estabamos igual, quería irme, claro que quería, igual que ella, pero escapar y pensar en todas las personas que se quedaban ahí dentro no era para nada esperanzador. -Será mejor que te marches...- musité, poniéndome de pie con el cepillo en la mano. Me llevé la otra mano a la nariz y vi que estaba sangrando, pronto empezaría la migraña, sentiría como si los ojos se me fueran a salir de las órbitas, ardiendo, hinchados. Le di una fuerte patada al cubo y lo estampé contra la pared, haciendo que el agua jabonosa empapara todo y que el vaso que había escondido se rompiera. Lancé el cepillo al aire y comencé a gritar fuera de mi.

Jamás comprendería porqué reaccionaba así, nunca había sido tan violenta, pero los cambios de humor eran más efecto secundario de la experimientación que de la esquizofrenia. Paré un instante, escuchando de lejos los pasos apresurados del personal del hospital. -¡¡Vete!!- le repetí a Kitty, no iba a querer estar allí cuando llegaran.